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El adulterio espiritual – Ester y el Eunuco

El libro de Ester nos propociona una enseñanza clave para comprender el «Adulterio Espiritual».

De qué se trata esto?. Existe una relación espiritual de esposa y esposo entre la iglesia y el Cordero. La relación se manifiesta en la alabanza, aquello que en exclusiva le corresponde a Dios. La iglesia es el grupo de personas que ha decidido aceptar la salvación por la fe en Jesucristo. Este grupo de personas, al que conocemos como la iglesia de Jesucristo ó la esposa del Cordero, es atendido por obreros, siervos de Dios que le enseñan a la iglesia lo que Dios quiere que su iglesia sepa. Entre lo que le deben enseñar de acuerdo a la Biblia está: Cómo deben comportarse, dónde debe estar su fe, a quién corresponde la alabanza y adoración y en fin, todo lo que Dios quiere que sepamos de él.

Lo cierto es que, por tan sublime responsabilidad del pastor, se presenta un peligro que muchas veces termina afectando a un grupo de hermanos en Cristo, o, por decirlo de otra manera: a una congregación, a una iglesia (como organización). Los miembros de aquellas iglesias donde su pastor, el encargado de alimentarles con la palabra de Dios, no les enseña apropiada y responsablemente cuán celoso es nuestro Dios, termina recibiendo ciertos honores que no le corresponden, dígase cierta admiración más allá de lo humanamente aceptable y cuando, «su iglesia»,les empieza a considerar superiores a todos los pastores o personas que ejercen el mismo cargo en otras iglesias, el problema empieza a dar sus malos frutos.

Encontramos congregaciones que creen que su pastor es «más santo» o «más sabio» que cualquier otro pastor. Empiezan a acatar sus opiniones como revelaciones divinas irrefutables y aunque tenga arrebatos de ira, la consideran «ira santa» porque está velando por incrementar «la santidad» de su iglesia. Este tipo de pastores, sin darse cuenta, están exponiéndose a aquello que advierte la Biblia: «No procuréis ser maestros muchos de vosotros, porque mayor condenación atraeréis». Lo dice así porque, aquellos que son considerados maestros por la iglesia, tienden a ser perseguidos en forma especial y sutil por el enemigo de las almas, porque si les confunde a ellos, confundirá a todos aquellos que les creen sin cuestionarlos o meditar lo que dicen. El diablo es astuto, al engañar a uno de estos maestros que no se afirman en la fe y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, con todo y sus buenas intenciones, les tuerce el camino y termina convirtiéndolos en ciegos guías de ciegos.

En el libro de Ester vemos una enseñanza muy clara en este sentido. El eunuco, que simboliza al pastor, enseñaba a Ester y a las otras candidatas, todo lo que necesitaban saber para agradar y ser elegidas como la esposa del rey. Sin embargo, en el ejemplo que Dios nos facilita, a este eunuco, por su condición, le resulta imposible establecer una relación sexual con la futura esposa del rey. Por su parte, la novia, la que es elegida, Ester, es aquella que se dejó guiar por las instrucciones del eunuco, pues ella no procuró más que aquello que «su pastor» le enseñó, porque ella comprendió que el eunuco era quien conocía muy bien al rey. De la misma manera, un pastor debería conocer muy bien al Rey de reyes, para preparar apropiadamente a su esposa para que le obedezca, respete y alabe sólo a él. Este eunuco, para instruir apropiadamente a las que aspiraban a ser la esposa del rey, tenía que conocer a su rey, sus gustos y todo aquello que a la futura reina le permitiera ser la esposa ideal, porque la anterior había sido retirada por mala conducta y no se pretendía elegir una nueva reina para que también fuese despreciada, sino una para que permaneciese junto al rey por siempre.

Un pastor debe ser como un eunuco espiritual, debe estar incapacitado para recibir la alabanza o la adoración de la iglesia que está a su cargo, para el pastor genuino debe ser inaceptable la alabanza o admiración desmedida de su iglesia, debe insistir constantemente para que la iglesia pose sus ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe. El pastor es responsable de enseñar a su iglesia acerca de Jesucristo hasta más no poder, insistir en todo momento que crezcan en el conocimiento del Hijo de Dios, nunca alabar o confiar en algún ser humano por muy virtuoso que éste les parezca. Porque de todos es sabidos que la alabanza que realmente debe procurar un siervo de Dios es aquella que viene de Dios.

En una ocasión, con mucha tristeza, escuché a un pastor, comentando que recientemente había intentado dejar su cargo en la iglesia que pastoreaba, dijo que no lo había hecho porque muchos de los miembros de su iglesia le dijeron que si él dejaba el cargo, ellos dejarían de ser cristianos. Lo triste del asunto es que él no advirtió el problema de esa gente, él se sentía muy satisfecho por ser tan querido por su iglesia que estaban dispuestos a dejar de ser cristianos por él y por eso, como «fiel servidor de Cristo», no podía abandonar aquel rebaño. Cuán ignorante de la escritura puede ser alguien cegado por la vanidad, no advierte que la relación de esas personas no es con Cristo sino con él y que por lo mismo están fatalmente equivocadas. Eso no debe ser así, nunca puede anteponerse la relación con una persona, por muy buena que ésta sea, a la relación con Jesucristo.

El adulterio espiritual es cuando el pastor, consciente o inconscientemente, recibe el tipo de respeto, lealtad o alabanza que le corresponde sólo a Dios. Por esto mismo, aquel pastor que tiene este problema, pretende que Dios acepte a estas personas porque a él le parece que son mejores cristianos que cualquier otro fuera de su iglesia. La forma en la que podemos notar un desvío, en muchas casos, es cuando el pastor pretende que su iglesia «sea sin mancha y sin arruga» pero estableciendo leyes o reglas que según él, les hará superiores en santidad a todas las otras iglesias, también, cuando un pastor otorga o avala ciertas libertades o libertinajes contradiciendo la escritura, con la intención de hacerse más acepto ante los ojos de la iglesia, sacrificando doctrina por cantidad de gente. Ningún pastor o «lider» está autorizado para hacer sentir más estricta o más flexible la palabra de Dios. Se requiere del obrero que sea hallado fiel.

De ninguna manera pretendo minimizar la importancia de aquellas cosas que Dios demanda, tampoco pretendo que se limite la libertad que Dios otorga a su pueblo, sino más bien, considero equivocado el aplicar restricciones o conceder libertades con la intención de hacer quedar como un «santo lider» o un «moderno lider» a aquel que está robando la alabanza que le corresponde a Dios.

Este es un problema que se da en varias iglesias evangélicas, pero gracias a Dios no es un asunto generalizado como sucede con algunas sectas que a su pastor general se atreven a considerarle lo máximo en santidad, como quien dice que no hay santo como él y no sólo lo oficializan sino que agregan que cualquier cosa que él diga en cierta condición, es incuestionable y hasta tiene la facultad de «actualizar», por no decir «alterar mañosamente» las escrituras inspiradas por nuestro único y Santo Dios.

Cuídese de buscar o recibir la alabanza de su iglesia, enséñeles que sólo a Dios le corresponde la alabanza y la gloria por siempre. No asuma que es un razgo de cariño de la iglesia hacia usted como pastor, recuerdeles a quien deben admirar, agradecer y seguir, porque al existir una excesiba admiración de la iglesia hacia usted, se puede tratar de una evidencia de que su iglesia necesita enseñanza y esa es su responsabilidad. Tampoco ande buscando «coberturas» de esta o aquella naturaleza, busque responsable y constantemente el respaldo de Dios en su ministerio, porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo.

Cuídese también de tener en una estima inapropiada a su pastor, respételo, colabore y obedézcale en todo aquello que la Biblia respalde. Pero nunca, por ningún motivo, condicione su relación con Dios por la relación con un pastor, recuerde que Dios es celoso: Celoso es mi nombre dice el Señor.

Ruego a Dios que usted no esté participando de adulterio espiritual, que se esté preparando para ser la esposa del Cordero, la iglesia verdadera, la que espera a Jesucristo.

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