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Una verdad que no se debe rechazar

La verdad parece huir de aquellos que se presumen dignos de que se les presente de la foma que ellos prefieren. Los que dicen buscar la verdad con la intención de cuestionarla parecen no encontrarla jamás porque ellos mismos la alejan.

Muchas personas creen tener su propia verdad y consideran «limitados» a los que tienen una verdad diferente a la de ellos. Pero hay una verdad común a todos, una verdad que lo más profundo de la razón valida. Es una verdad que no procura un interés particular, sino aquella que rige nuestro mundo, que condiciona nuestra realidad y que determina nuestro destino. Si, es una verdad religiosa, una verdad que muchas religiones dicen poseer y que, contradiciendo a los que se creen exclusivos poseedores de ella, está en el corazón de todos los hombres, pero no todos desean escuchar lo que de dentro mismo les habla, mostrándoles cuán beneficioso resulta creer en aquello que no pueden comprender hasta después de haberlo creído. La verdad de Jesucristo no está en libros ni en algunos, está en todos los que desean agradar a ese Dios que lo rige todo.

Vale decir que este no es un ataque emocional a las diferentes sectas del cristianismo, es la manifestación de una profunda tristeza por aquellos que queremos y que, por tradición, por herencia familiar o porque no han dedicado tiempo para conocer la palabra de Dios escrita en la Biblia, terminan defendiendo con ardor lo que no conocen y aferrándose a una religión que en lugar de acercarles a Dios cómo él manda, lleva a las personas a practicar formas de adoración que Dios mismo dice que ABORRECE.

Porque hay sectas cuyas prácticas tienen conflictos con la escritura, conflictos evidentes para todo aquel que se acerca a la Biblia para «conocer» la voluntad de Dios allí escrita.

No se acercan a la Biblia para conocer lo que Dios dice, sino para buscar formas desesperadas de justificar aquellas prácticas que, no tienen nada de cristianas y casi quisieran forzar a Dios a aceptarlas por ser «tradiciones» muy antiguas o que atrae a muchas personas, haciendo aquella arbitraria y conveniente clasificación: ESTO ES SIMBÓLICO, AQUELLO ES LITERAL. Restando importancia a todo aquello que les acusa claramente e insinuando que quien tome literalmente lo que ellos han considerado como simbólico, padece de cierta tara espiritual y le acusan de utilizar la Biblia para atacar a otros, creyendo que con eso excusan su voluntaria contradicción.

Ignorando voluntariamente que es un conflicto entre sus ritos y la Biblia, que deben resolver sin modificar la escritura como en algunos pasajes lo han intentado. Tampoco es válido inventar revelaciones divinas que contradicen la escritura y la misma lógica humana. No es más que un autoengaño justificatorio decir que Dios reveló aquello que ya estoy prácticando desde mucho tiempo atrás.

Lo triste para las sectas del cristianismo, es que, quien los ataca es la Biblia y su problema no es con quien la lea sino con quien la inspiró.

La característica de los que se autoengañan es la falta de interés genuino de conocer lo que la Biblia dice, no procuran instruirse en eso y dejan el trabajo a otros que, por su parte, evitaron hasta cuando les fue posible, el acceso a la palabra de Dios, argumentando que se necesita cierto nivel académico para poder entenderla.

No hay excusa para el que cree que él puede entender la Biblia pero otros no. Porque los que vedaron el acceso a la escritura sagrada, argumentaban que el diablo podría aprovechar para confundir a los que la leyeran y se reservaban ese privilegio, aprovechando, de paso, para hacer aquellas cosas que consideraron «convenientes» diciendo que la Biblia las respaldaba. Tal es el grado de ignorancia y conformidad de muchas personas, que se atreven a decir que «en algún lugar de la Biblia dice que también podemos pedir a María para que pida a Jesús», pero no les interesa salir de esa ignorancia porque quiebra toda la falsa religión que han llegado a querer más que a Dios mismo.

Porque la intención de las personas que son parte de una secta no es mala, podrían ser muy buenas sus intenciones, pero eso no valida una mentira. La intención de los que no permitían que todas las personas leyeran la Biblia era tener una doctrina más «sana», más bajo control, previniendo diversas interpretaciones y creían que Dios estaba de acuerdo con eso. Sin darse cuenta, su intención era congruente con el propósito del diablo, a quien no le interesa que las personas conozcan lo que Dios dice. El enemigo de las almas logra hacer muy difícil la lectura de la Biblia a todos los hombres, les provee de cuanto distractor le sea posible y excusas inimaginables para que se aparten de la luz que podría mostrarles el buen camino.

La palabra de Dios, escrita en la Biblia, es comprensible para todos, de otra manera, Dios sería injusto dejándonos sus mandamientos de manera que nos confundiésemos. El único que no entiende lo que dice la Biblia es el que va a ella para buscar respaldo a sus ya confundidos conceptos, por eso, a la Biblia se debe ir para buscar lo que Dios dice y no para apoyar forzosamente tradiciones con las que nos hayamos encariñado.

Se trata de creer en lo que la Biblia dice, con la intención de agradar a Dios, no por leerla sino por poner en práctica lo que nos enseña. Porque leer la Biblia no es suficiente, es necesario poner en práctica lo que de ella entendemos.

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