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De lo que entiendo respondo

Para muchos, Dios, sólo es un cuestionable «concepto» y razonan admirablemente para atribuirle defectos por todas aquellos cosas que no pueden razonar según sus reglas que, para ellos, son universales.  Esta es una forma de entender o de pensar, orientada a eliminar por completo la «figura» de Dios en sus vidas, así que, lo que entienden no está orientado a agradar o desagradar a un Dios que no reconocen.

Por otra parte, están los que dicen reconocer la existencia de Dios y afirman tener la intención de agradarle, pero se sienten confundidos con tantas reglas o interpretaciones que pululan por allí que, llegan a sentirse inseguros de hasta qué punto deben agradar o complacer a ese Dios que dicen reconocer, para recibir lo que él, como recompensa, les ofrece por agradarle.   Por esta razón, es importante tener claro que un Dios todopoderoso y omnisciente, toma en cuenta lo que nos permite nuestra comprensión y la sinceridad de nuestra intención, de manera que nos guiará tanto como sea necesario y nos demandará cuentas también en función de ello.

Por esta razón, si deseo estar seguro, debo tomar en cuenta lo que entiendo y actuar en función de ello.

  • No tengo excusa, si estoy participando en una religión a la que yo mismo le identifico deficiencias o contradicciones con mi propia lógica, debo preocuparme seriamente. Porque una religión es, básicamente, una serie de procedimientos o formas en las que puedo establecer comunicación con Dios. Mi religión debe ser congruente con lo que Dios me ha dejado saber acerca de él. A menos que no reconozca la autoridad de la Biblia, debo respetar lo que en ella está escrito. Porque hay religiones que ofrecen a Dios aquello que él dice que «aborrece». Si digo querer a alguien y le regalo aquello que detesta, demuestro que realmente no le quiero.
  • En eso consiste la justicia de Dios, no seré culpado de lo que no entiendo, si realmente no lo entiendo. Pero, por eso mismo, se nos dice que nos examinemos a nosotros mismos, no se nos dice que alguien nos examinará, como aquella herética y diabólica ocupación de los inquisidores, nos toca a nosotros mismos examinarnos, nadie más deberíamos ser sinceros porque las consecuencias están descritas, no son agradables para nadie y el que las sufra tendrá que reconocer que no fue sincero, que se engañó a sí mismo.
  • Toda persona es responsable de lo que sabe, de lo que entiende, de lo que puede y, también, de lo que quiere. Dice en la Biblia que, al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, se le cuenta como pecado.
  • Aquellos que no conocen lo que la Biblia dice, tampoco tienen excusa, porque aquel que no reconoce la ley de Dios tiene una propia ley, aquella que rige sus actos y por esa misma ley será juzgado, porque su misma conciencia es su ley. A Dios no se le puede sorprender, ignorar su palabra no excusa a nadie sino le acusa por la falta de interés y el menosprecio es evidente, por lo mismo, ignorar la palabra de Dios es un pecado trascendental.
  • El que no sabe, de lo que no sabe no tiene por qué responder, sin embargo, debe responder por el hecho de que no sabe, ya que el conocimiento sobre Dios está disponible y voluntariamente no se interesó en conocer a Dios.

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