Crean o no, que el infierno existe, deberían saber que donde se dice que existe, aclara lo opcional de ese aterrador destino eterno para los hombres después de la muerte. Suena extraño decir que los que terminen allí, será por su propio gusto, en función de su ignorancia voluntaria de la alternativa y de preferir aferrarse a creer «que no existe» porque no se los han demostrado, como si de lo contrario contaran con las suficientes pruebas.
Entre los que no creen en la existencia del infierno, extrañamente, están muchos que creen en la existencia del cielo o gloria, lo que no tiene sentido porque una cosa está ligada a la otra, así que, o crees que existen las dos o ninguna.
Es común creer que muy pocos son tan malos como para merecer irse al infierno, ese infierno que parecen haber inventado para aterrorizarnos. Y, a pesar de la maldad y crueldad de la que somos testigos todos los días, no falta quienes creen que nadie merece ir al infierno tal como lo pintan.
La verdad, como lo entiendo, tienen razón. Pero reconozco que mi opinión y la de cualquier otro, muy poco importa. La mayoría ya tomó la decisión de creer o no creer, pero deseo reflexionar sobre este tema, no vaya ser que a alguien le resulte útil porque no lo ha considerado detenidamente.
El problema está en que creamos que la Biblia es la palabra de Dios y luego no querramos creer que existe tan cruel destino, porque en ese caso, estaríamos creyendo en un salvador que no nos salva de nada. Además, que en la Biblia no se le nombre como «infierno», no descarta que al leer que Jesús menciona un lugar de tormento donde el fuego nunca se apaga y el gusano nunca muere, muchos llegarán a la conclusión que, con semejante descripción, la palabra «infierno», poca falta hace.
Entonces, no tiene sentido salir con que no creemos que exista «el infierno» y atribuirle a Jesucristo el título de «salvador», sin entenderlo siquiera, estamos ridiculizando nuestra «fe», presentando un «salvador» al que le tendríamos que decir: «Gracias… por nada!».
Ha de ser este tipo de incoherencias, las que, sin conocerlas ni comprenderlas de manera paticular, impulsan a los que se dicen ateos, a creerse más inteligentes que los que creen y no lo hacen correctamente.
La realidad es que ningún ser humano se va al infierno como castigo sino como una elección voluntaria porque la oferta de Dios es ir con él, sin merecerlo, pero, como se ha hecho popular cuestionar y ridiculizar lo que Dios dice, porque no creen que en verdad haya un Dios por allí que haya dicho algo, entonces, terminan menospreciando y perdiendo una oferta tan grande.
Dicho de otra forma, no creer es la principal causa de maldad y la mayor de las maldades del ser humano es enviarse a sí mismos, al mismo infierno.
Y si hablamos de los que no creen, en los que casi siempre encontramos espíritus atormentados por ansiedades, fobias y depresiones recurrentes, sus necedades los atormentan sin esperar a que mueran y quedan tan esclavizados a su necesidad de ser considerados «inteligentes» que se contradicen al pensar que la inteligencia tiene límites y que no se debe creer que uno todo los sabe, por lo que la duda es un pilar fundamental de su filosofía, pero, en cuanto a Dios no tienen ninguna, como si particularmente en eso, en lo que son confesa y voluntariamente ignorantes, creen que tienen absoluta autoridad al decretar que los que creen son los ignorantes.
Hablando de los que creen. No hay una regla clara de lo que se toma literal y lo que se toma como algo figurado o simbólico en la Biblia, hablando a aquellos que la toman en cuenta. Sin embargo, para los que creen, es la palabra de Dios y ella tiene algunas cosas que la protegen y no necesariamente es su letra muerta, sino el espíritu detrás de esa letra. Dicho de otro modo, si no conocemos o no comprendemos la intención con la que se escribió cada palabra de la Biblia, o si hemos aceptado como buena una intención equivocada, todo lo demás estará mal.
La intención de la Biblia no es «amenazarnos» con el infierno.
La intención de la Biblia no es «hacernos sentir culpables»
La intención de la Biblia no es «mostrarnos» cómo»sacarle dinero a Dios» como si fuera una piñata o caja fuerte que hay que golpear o saberle la combinación. Por ejemplo, el libro de la «La Oración de Jabes» que parece ser: La clave de cómo obtener mucho dinero de Dios con una cortísima oración, como si se tratara de aprender un golpe maestro y poderoso al bolsillo de Dios.
Nada de malo hay en escudriñar las escrituras o meditar en ellas porque hasta se nos manda hacerlo. El problema está en la intención con la que lo hagamos.
Si en la Biblia se nos dice que Jesús dijo que hay un lugar de tormento donde el fuego nunca se apaga y el gusano nunca muere, entonces imagínese en semejante sufrimiento y luego, vea usted si le queda bien la palabra «infierno» con el significado que le corresponde o vea usted si prefiere llamarle a eso «baño sauna extremo».
La cuestión no es si «Dios es tan malo como para crear semejante lugar de tormento y ser capaz de enviar allí a los que no son chicos buenos», porque la cuestión es que, ese lugar no lo preparó Dios para los hombres, si no para el diablo y sus demonios. Los seres humanos, sin merecerlo, tienen extendida una cordial invitación a ir a un lugar mejor, pero, en lugar de aceptar la gratuita invitación, empezamos a cuestionar la bondad de Dios y así somos distraídos por aquel que desea que compartamos con él su horrendo destino.
El evangelio no es más que, la alternativa que descuidamos por diferentes causas que no valen la pena. Es la alternativa a no recibir el pago a cualquier pecado que hayamos cometido y el auxilio necesario para adoptar una conducta coherente con principios de justicia, paz y amor.