Dios quiere bendecirte!, dicen muchos como lema. No, no, no, no, para ellos ya no está de moda predicar el evangelio, la buena noticia de que somos salvos por el sacrificio de Jesucristo. Aquello de buscar primero el reino de Dios y su justicia, parece haber cambiado y mejor buscamos a las personas por aquello que reina en sus vidas y creemos que de esa manera les llevaremos al reino de Dios. Si Dios así les manda, Dios aprobará su trabajo. Sólo pretendo reflexionar con aquellos que deseen utilizar uno de esos estilos para incrementar los miembros de su iglesia.
La Biblia dice que resulta difícil para alguien rico ingresar en el reino de Dios, no dice que es imposible, pero, de por sí es muy difícil decir no a tanta tentación como para que, temerariamente, procuremos aquello que se nos advierte que nos hará más difícil vivir de la forma que Dios quiere y haciendo lo que Dios quiere. No significa que usted le tenga temor a las riquezas, no deje que le cambien las cosas, usted no tiene por qué tener temor a las riquezas, pero tenga temor de Dios, no se exponga a buscar aquello que, el sólo hecho de buscarlo puede hacerle caer en tentación y lazos.
No, por favor, no quiero decir que la bendición de Dios sea mala, porque, sería como crear una nueva versión de las palabras de Pablo, cuando advertía que, para que la gracia de Dios sobreabundara, no teníamos que procurar lo malo. La bendición es una añadidura, nunca puede ser el objetivo de un cristiano. Recordemos que los seres humanos tenemos una especial ceguera para las cosas espirituales y no pretendamos que miren a Dios en la bendición que reciben, porque sucederá que aquellos que no reciban la bendición que procuran, se sientan excluidos de la gracia de Dios y excusados para alejarse de él, menospreciando su más precioso don: la salvación.
Encontramos a muchos ignorantes del cristianismo que se atreven a calificar a los cristianos por la bendición que han recibido. Si ven a alguien con ciertas limitaciones económicas, de inmediato piensan y hasta le dicen «que debe tener fe», como si el propósito de la fe, o el resultado inherente de la fe, fuese la bendición material. La Biblia es clara, nos dice que nadie tenga más alto concepto de sí mismo que el que debe tener, que piense de sí mismo con cordura, de acuerdo a la medida de su fe. La Biblia habla de la misma fe que habló el apostol Pablo cuando dijo: he peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Refiriéndose a la fe en Jesucristo, la fe que salva, no mencionó en ningún momento que se había enriquecido, al contrario, en muchos lugares menciona que aprendió a vivir con lo que necesitaba y a veces era muy poco. Las finanzas nunca fueron el centro del mensaje de Pablo y de ningún otro apóstol, porque tenían claras las prioridades, hablaban primero de lo primero, del reino de Dios y su justicia, lo demás era mencionado con la importancia que le correspondía, nunca anteponían algo al mensaje de salvación en Jesucristo.
Hay muchas personas que en sus adentros reconocen que teniendo riquezas podrían olvidarse de Dios y, todavía entendiendo eso, se atreven a quejarse porque Dios no les bendice como a otros que ven nadar en la abundancia. No confundamos a las personas predicándoles con tanta prioridad o insistencia que busquen la bendición de Dios, porque no sabemos cuánto tropiezo estamos colocando en sus vidas. Dios es bueno y sabe lo que necesitamos, nos da lo que le pedimos de acuerdo a su voluntad. La voluntad de Dios es que todos seamos salvos, no usemos nuestro conocimiento del poder de la oración para insistir en nuestra bendición material cuando no ha prosperado nuestra alma en el conocimiento de Dios y en la firmeza de nuestra fe. Prosperemos de acuerdo a como prospere nuestra alma y no creamos, equivocadamente, que si prosperamos económicamente, entonces prosperará nuestra alma en agradecimiento o reconocimiento por lo que Dios hace en nuestras vidas materialmente, porque debe ser al contrario, lo primero es la prosperidad espiritual, todo lo demás es una consecuencia.
No le digo al que predica bendición que cambie su mensaje, si Dios le ha mostrado que por esa vía alcanzará a muchos, entonces, haga Dios su voluntad y gózese aquel que predica su palabra para que el propósito de Dios prevalezca. Tengan temor aquellos que juzgan atrevidamente como culpables de miseria a aquellos que predicaban salvación con toda la prioridad que a esta le corresponde.
La interminable insistencia de algunos en la siembra y la cosecha me recuerda cuando la Biblia dice: tienen cuidado de vosotros para que vosotros tengáis cuidado de ellos. Porque muchos piden que siembren en sus bolsillos, lo de la cosecha se lo dejan a Dios. No advierten que no son tierra fértil, sólo procuran convencer a la gente de sembrar en lo que ellos quieren que siembren, cargándole con lujo de descaro, la responsabilidad a Dios de devolver multiplicado aquello que ellos están recibiendo. Hay otros que desean que su iglesia prospere económicamente, porque la consecuencia de eso, será que podrán aportar más. Enseñan los principios de la prosperidad con tanta regularidad y sustento bíblico, porque están bastante empeñados en que rebote, que les llegue a ellos el premio por haberles enseñado a engordar, menosprecian a la oveja que no engorda como las otras y hasta se olvidan de ella como si fuese una oveja desobediente por no poner en práctica aquello que con tanta vehemencia les han enseñado.
Cuide Dios nuestros corazones de inclinarse mezquinamente por la riqueza. Guarde Dios nuestra alma de complicarse su existencia confiando en el dinero y no en Dios. No busque a Dios para recibir alguna bendición material, porque con acción de gracias debemos llegar porque su precioso hijo fue entregado en la cruz para que recibiésemos el perdón de nuestros pecados, ese perdón que se compra sin dinero, con humildad como a Dios le agrada. Si usted cree que la riqueza le será tropiezo, es mejor que muera en la miseria y vaya al cielo, a que muera en riqueza y vaya al infierno. Jesús contó la historia de Lázaro, no para que creamos que la miseria nos lleva al cielo, sino para que notemos que al rico le faltó tiempo para gozar sus riquezas y nunca dedicó tiempo a Dios.
Gozémonos en Dios y el poder de su fuerza. Que la gracia de Dios nos acompañe todos los días de nuestra vida para que comprendamos que más nos conviene la prioridad indicada: Primero el reino de Dios y su justicia, lo demás, después.