Me he enteré que a mediados de este mes, (Septiembre 2007), el Sr. Ernie Chambers, senador demócrata estadounidense, denunció a Dios y… su denuncia fue aceptada por el sistema de justicia de su Estado.
Definitivamente, la persona que acusa a Dios, no reconoce su existencia y por ello no le inspira el menor temor, por lo mismo, su acusación es una forma de ridiculizar su propio sistema de justicia, porque le permite acusar a quien él cree que no existe. También puede ser que, el acusador, tiene cegado su entendimiento y no le es posible digerir la palabra DIOS y por ello no entiende las implicaciones. Dios, para los que no lo sabían, tiene el derecho de actuar como si fuera «Dios». Quiero decir que, Dios puede hacer lo que su santa gana le de por hacer, pero, afortunadamente, el Dios que yo conozco, el incuestionablemente único y soberano, decidió establecer las reglas de su actuar, decidió establecerse límites por su sola voluntad y hasta este momento ha cumplido y también cumplirá todo aquello que, también porque así lo quiso, lo anunció anticipadamente para que, todo aquel que lo desee, tenga la opción de librarse de lo malo y recibir lo bueno que él tiene preparado.
La rebeldía o insolencia del ser que conocemos como diablo, le ubicó en la condición de juzgado y condenado por la justicia de Dios. Porque así como a los seres celestes (o extraterrestres, si así lo prefieren), a los seres humanos se nos concedió libertad de pensamiento y acción, pero, anticipando el mal uso que podría hacerse, y se ha hecho, de la libertad concedida, Dios estableció un sencillo mecanismo por el cual, todo orgulloso, rebelde e insolente, sería castigado por su sola voluntad y no por maldad de Dios, ya que, Dios dijo algo de esta manera: «Si están de acuerdo con lo que les diga, tienen este maravilloso regalo, si no, tendran que sufrir un castigo horrible, pero yo les invito a que vengan conmigo, porque si es necesario castigar su conducta rebelde, yo mismo sufriré el castigo, asumiendo la responsabilidad del mal uso que ustedes le den a la libertad que les concedo para decidir, así que, si han actuado mal, pueden venir conmigo sin ser castigados porque yo sufriré el castigo por ustedes». De esta cuenta, resulta que los hombres que cuestionan a Dios, pasan a formar parte del tristemente numeroso club de solidarios con la actitud del diablo, y por lo mismo, ya están juzgados, condenados y advertidos. No hay excusa.
En muchas ocasiones escuché la frase: «El que advierte no es traidor» y quisiera tomarla en cuenta para explicar lo siguiente: «El lugar en el que estás, por la actitud que actualmente tienes, arderá en el fuego y no habrá salida, sin embargo, te invito a pasar adelante a mi casa, donde no tienes qué preocuparte por enfermedades, envejecimiento, dolores o problemas económicos, porque yo arreglaré todo»
Si no me da la gana aceptar esa invitación, porque creo que las cosas no deberían ser así como me dijeron que serían, y en lugar de considerar esa atractiva invitación, me propongo hacer quedar en ridículo al que me da la opción de librarme de tan grande mal. Resulta que, en lugar de aprovechar el beneficio que se me ofrece de forma que me es accesible, procuro satisfacer mi deseo de ser considerado el héroe de los «injustamente condenados» y, para lograrlo, me propongo hacer ver como erráticas o malvadas las disposiciones de Dios.
Cuán ignorantes de la propuesta de Dios se muestran algunas personas que sin conocer lo que Dios ofrece, argumentan intelectualmente contra él. No saben que, el infierno y la gloria, no son destinos que alguien se merezca. Para Dios, nadie es tan bueno que merezca ir a la gloria eterna, no hay mérito humano que le haga digno de tal beneficio, por eso aclara que no es por obras para que nadie se gloríe. De igual forma, para Dios, nadie es tan malo que merezca ir al infierno para ser castigado eternamente, por eso, el propósito de Dios es que todos los hombres sean salvos, porque Dios no quiere que nadie perezca. Sin embargo, lo más importante de la libertad que Dios le otorgó al hombre para que tomara sus decisiones, aquello que se conoce como libre albedrío, es la oportunidad de elegir la vida eterna con Dios en sus moradas celestes ó, el castigo eterno, pero es una decisión, porque la salvación es por gracia, por medio de la fe en Jesucristo.
Pero, aquellos que acusan, cuestionan o se rebelan contra Dios, no entienden que lo malo que recibimos es la consecuencia de nuestras decisiones.