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El valor de la mujer… ignorado por algunas.

«Mujer virtuosa, ¿Quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas». No pretendo escribir algo «motivacional» como asegurando que «todas las mujeres son muy valiosas», pues el texto bíblico aclara que son «un poquito escasas» y también nos dice que es un regalo de Dios encontrar una buena mujer. Por la libertad que Dios nos concede (a hombres y mujeres), podemos elegir entre ser personas esforzadas o dejadas y eso hace la diferencia. Este artículo fue escrito especialmente para comprender cuánto aprecia Dios a la mujer!

Si nos vamos a las bases, la mujer es, para Dios, la ayuda idónea para el hombre, coheredera de la gracia de la vida, un vaso frágil, alguien con quien no se debe ser áspero, alguien a quien se debe amar. Pero una gran cantidad de mujeres parece no saberlo y sufren como si Dios las hubiese hecho frágiles para que cualquiera pudiera lastimarlas y hacerlas sufrir.

En mi opinión, la mujer no es frágil si consideramos eso como «débil», sino frágil como flexible y moldeable, porque se ven admirables casos de su habilidad para complementar a su marido. Sin embargo, en la compleja tarea de ser «ayuda idónea», que podríamos interpretar como la capacidad complementar a su pareja en sus deficiencias, puede ser apreciada o despreciada. Si el marido tiene un poquito de humildad y sinceridad, reconocerá lo valioso que le resulta el apoyo que recibe de su esposa en todas aquellas cosas en las que él es, voluntaria o involuntariamente, «inútil»; pero, suele suceder que «el macho» orgulloso es «casi perfecto» y las cosas en las que él no es bueno son precisamente las «cosas insignificantes» y por extensión… sin valor, de lo que concluye «sabiamente» que su mujer «no sirve para nada». Pero, en este caso, no pretendo que el hombre cambie su forma correcta o equivocada de valorar a su esposa, sino que pretendo dejar claros algunas razones para que la mujer reconozca su propio valor, especialmente en aquellos casos en los que es menospreciada por su propio esposo. Aunque es una tarea muy difícil si la mujer no reconoce las reglas establecidas por Dios. Dicho de otra forma, no pretendo que la mujer descubra que «vale más o menos que el hombre», sino que vale tanto como ella misma aprenda a valorarse y a añadirse valor con su conducta apegada a la palabra de Dios. Para Dios no son extraños o imprevistos los problemas «modernos» como la depresión, baja autoestima y similares, por eso encontraremos consejos bíblicos para no caer en ese tipo de problemas o en otros «nuevos o más modernos» que aparezcan en el futuro. (no hay nada nuevo dijo el predicador)

La mujer puede ser una carga o una inspiración. Pasar de ser una inspiración a ser una carga, en son de broma, muchas personas lo asocian con el acto del matrimonio, pero en realidad, se trata de una confusión de roles al momento de estar casados. Después de haber restado valor a lo que la mujer hace en su hogar, encontramos mujeres frustradas porque «su marido las mantiene» y en lugar de asumir lo que les corresponde sabiamente, empiezan a sufrir con «qué será de ellas si su marido llega a faltar», entonces, estar dedicadas a su hogar lo interpretan como una deficiencia de su parte y creen indispensable para su «realización personal» y para asegurar su futuro, conseguir un trabajo fuera de casa. Administrar sabiamente un hogar es admirable e indiscutiblemente digno, si no lo es para usted, procure que lo sea desempeñando cada día mejor esa labor y reconozca que cumplir con esa labor compensa ampliamente el aporte económico de su esposo, de manera que, si la mujer hace lo que le corresponde con todo su potencial, podría advertir el «extraño resultado» que a él, en lugar de pesarle, se sentirá orgulloso de hacer su parte. Si no sucede, vea más adelante qué detalle puede estar faltando para que eso suceda.

Hay muchas mujeres infelices que se sienten olvidadas por Dios. Su condición de mujer las hace muy sensibles y si no tienen conocimiento de lo que Dios quiere, esa sensibilidad puede provocarles depresión o frustración frecuentes. Muchas veces entregan su cariño y cuidados casi seguras que no serán correspondidas y eso es lo que les sucede. Una forma equivocada de auto-recompensarse por no ser valoradas, después de complementar a su marido en la multitud de sus deficiencias, no disfrutan de hacerlo sino que procuran que él y algunos más, noten cuán afortunado es aquel hombre que las tomó por mujer. Lo hacen con tanto afán que parece el tema indispensable en toda conversación donde esté presente o ausente el marido, haciendo un «leve» énfasis en todos aquellos detalles que hacen ver que a ella se le ocurren las ideas más inteligentes y, cuando es el caso, aclarar que es ella la que realmente «lidera» la casa, por no decir que es «la que manda». Sin notar que esta actitud, aunque sea verdad lo que diga, constituye una clara y directa oposición a lo que Dios estableció «…tu voluntad será a tu marido y el se enseñoreará de tí…» dando lugar a algo también anunciado: «…la mujer sabia edifica su casa, pero la necia, con sus propias manos la destruye…», con dos consecuencias que regularmente notamos:

Primera Consecuencia: Que el marido de forma instintiva, hasta tal vez sin entenderlo del todo, se porte cruel con ella como pretendiendo someterle y así demostrarle «quién manda», con el riesgo de convertir eso en un estilo de vida bastante triste y que nos hace comprender un extraño fenómeno social «Parece que dos personas se pusieran de acuerdo a vivir juntos para arruinarse mutuamente la existencia».

Segunda Consecuencia: Que el marido tenga un carácter muy pacífico y aunque advierta esa actitud de la mujer, nunca apela a la violencia y termina reconociendo «esa superioridad» de su «extraordinaria mujer» y la mujer, sin darse cuenta, después de presumir que tiene un hombre al que «domina», termina siendo abusiva y extremadamente ofensiva con él, sin comprender siquiera que su frustración se debe a que no hay mérito en dominar a un «fantoche», pués ella misma se ha encargado de demostrar a medio mundo la inferioridad de aquel ante ella y eso provoca, sin quererlo ella, que no haya mérito en dominar algo tan pusilánime. Hasta podemos encontrarnos con casos donde ella le grita que «sea más hombre» siendo ella misma la que ha minado su hombría (con sus propias manos la destruyó).

Una sugerencia: Le digo a las personas con las que platico que, si un hombre desea sentirse «rey» en su casa, lo primero que debe hacer es tratar, respetar y cuidar como a una «reina» a su esposa. Lo mismo aplica para las mujeres que desean reinar, sólo pueden lograrlo siendo la esposa de un rey, no es difícil comprender que si la mujer o el hombre denigran a su pareja, el abusador o rebelde, por inercia, por el hecho de estar casados con esa persona a la que consideran poca cosa, en poca cosa se convierten, pués escrito está: «…serán una sola carne…».

En la Biblia encontramos palabras duras y palabras de amor, si queremos, podemos tomar sólo unas o tomar las otras, pero conviene comprender cómo se conjugan. Por eso, en este artículo encontrará párrafos en los que parece que estoy siendo cruel con las mujeres y en otros parecerá lo contrario, pero, lo único que pretendo es hacer notar que al tomar todo en cuenta, el balance es les conviene: Dios es justo, Dios es bueno.

En la Biblia parece que Dios le hizo una mala broma a las mujeres al sujetarlas al hombre, como si fuese un castigo para la mujer, pero, en realidad se trata de una forma de quitarle las excusas al hombre, para que se porte como hombre.

Han de ser muy pocas las mujeres que se han propuesto memorizar el Génesis 3:16. Por eso, en este momento no espero que lo recuerden. Este versículo dice:

(Dios) A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. Génesis 3:16

Este versículo parece una condena en exclusiva para la mujer, pero los hechos que preceden a esta sentencia, cuando Dios interroga a Adán, acerca de si comió del fruto prohibido y Adán, olímpicamente, se excusó diciendo: «la mujer que me diste me dió y yo comí». Con esto podemos comprender que la sentencia contra la mujer la exime totalmente, la excusa de cualquier responsabilidad sobre las acciones del hombre, aunque la mujer tenga influencia sobre él (el hombre), él debe responder por lo que haga.

Esta opinión no es una especie de consolación para las mujeres, como pretendiendo compensarles por un perjuicio que Dios les haya causado. Una mujer no puede ni debe rechazar o despreciar esa sentencia de Dios, como si se tratase de algo opcional. No se trata de algo que afecte a cierto tipo de mujeres, es algo que afecta a toda mujer. Dicho de otra forma: «Es parte del paquete»

Si un hogar está mal, el hombre no puede decir: «esta mujer que me diste no me obedece», «la mujer que me diste no colabora», «la mujer que me diste no aporta para que salgamos adelante». Dios no le tolera estas excusas al hombre, la mujer, legalmente, no es la culpable.

Pero luego de ver eso, pensemos en lo que Dios no dijo, en aquello que debería tomar en cuenta toda mujer:

  • No dijo: «El hombre será más inteligente»
  • No dijo: «El hombre será más valiente»
  • No dijo: «El hombre será más valioso»

Espero que no me malinterpreten. No quiero decir que, como Dios no dijo esto o aquello, puede considerarse una norma que la mujer será más inteligente, más valiente o más valiosa. Lo que quiero decir es que, en muchos aspectos, Dios no estableció que el hombre prevalecería, sólo en lo relacionado con la autoridad y responsabilidad de las decisiones que se tomen. Tanto el hombre como la mujer se pueden esforzar para adquirir conocimiento, inteligencia y sabiduría, haciéndose más valiosos. Porque Dios dijo que comeríamos el pan por el sudor de nuestra frente, lo que significa que «las cosas cuestan«. Entonces, si una mujer lee y se instruye diligentemente, mientras el esposo se conforma con ver televisión, como consecuencia, ella contará con más conocimiento y podríamos concluir que está en mejor condición para «tomar decisiones«, pero nos equivocamos, pués aunque está en mejor condición para saber qué es lo mejor, según Dios, es el hombre el que debe tomar la decisión, y es aquí donde a la mujer le duele cuando el esposo se inclina por algo que «a todas luces para ella» está equivocado, pero la mujer no está perdida ni tiene por qué resignarse, porque podrá elegir entre estas dos opciones:

  1. Frustrarse porque no se toman en cuenta sus esfuerzos, sacrificios, opiniones, ideas o sugerencias, sabiendo ella que son valiosas porque ha adquirido el conocimiento y la inteligencia para distinguir lo mejor para la familia, llegando a la depresión como consecuencia de «su desgracia», ó
  2. En lugar de resignarse y darse por vencida, debe reconocer que le falta algo, que para su condición, no basta tener la razón, debe procurar adquirir la habilidad para influir en su esposo para que haga aquello que ella sugiera, sin salirse de mandato divino, puede lograr que sus ideas fluyan por medio de su esposo. Luego de conocerlo apropiadamente debería poder influir en él sin hacerlo sentir utilizado o manipulado. La sutileza y la humildad, son la envoltura perfecta para su arma secreta. Para lograrlo, la mujer tiene que tener claro lo que quiere, sólo puede tener una de estas dos cosas: (1) Ser quien realmente dirige (2) O intentar demostrarle al mundo que ella es la que manda en su matrimonio o la que tiene las buenas ideas (poniendo en evidencia a su esposo ante amistades, familiares, vecinos, Etc). Tome en cuenta que de lo segundo digo «intentar«, porque en el intento se debilita la base del matrimonio (respeto de la esposa a su marido procurando honrarlo ó la delicadeza que debe mostrar el hombre hacia su esposa, ya que, un hombre provocado es impulsado a insultar o maltratar a su esposa, es una norma que podremos notar en nuestra sociedad)

Lo más difícil es lo segundo. Implica volver a empezar a adquirir otro tipo de conocimiento e inteligencia, observar cuidadosamente las actitudes, las debilidades de su esposo y saber identificar el mejor momento para esto o para aquello, de esa manera, podrá lograr lo que Dios dice de la mujer sabia, que edifica su casa, en cambio, la que no es muy sabia, con sus propias manos la destruye, pués hace berrinche porque no es tomada en cuenta sin darse cuenta que hay otras formas de hacer valer su palabra.

¿Quién dice que cuando las mujeres no tenían derecho al voto no hubo una gran cantidad de ellas que influían en sus esposos para que votaran de acuerdo a lo que ellas consideraron «mejor»?. ¿Cuántas mujeres hicieron valer, y aún hoy, siguen haciendo valer su opinión por medio de sus esposos en una gran cantidad de circunstancias, incluyendo decisiones de guerra? Pero también las hay, aquellas que, sin tener la habilidad «para manipular» si se quiere decir así, se sentían frustradas porque no se les tomaba en cuenta y en lugar de hacer valer sus opiniones por medio de sus esposos, incapaces de influir en ellos, salen a las calles a clamar por una igualdad que a Dios le pareció bien no dar, Dios nos quiso diferentes y cuando entendemos en qué consisten esas diferencias, estamos en mejor condición para disfrutarlas a plenitud y le decimos a Dios desde lo más profundo de nuestro corazón: GRACIAS, tanto hombres como mujeres que viven como Dios manda: Los hombres sujetos a Cristo y las mujeres sujetas a su marido.

Hemos escuchado muchas veces que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, como queriendo honrar de esa manera a las mujeres. También deberíamos decir que detrás de la desgracia de todo hombre hay una mala mujer. No es para equilibrar las coasas, sino para aclarar que la mujer tiene una inmensa influencia en el hombre, una influencia que ella puede utilizar consciente, constante y consistentemente para hacer prevalecer lo que hay en su corazón: bueno o malo.

La mujer no vale menos que un hombre. Si partimos del supuesto que a todo cristiano debe guiar: «Dios es bueno», debemos estar seguros que Dios no dejaría a la mujer en una posición desventajosa. Cuántas personas han visto y les ha entristecido que «un buen hombre» sea víctima de «una mala mujer»: Lo manipula, lo maltrata, lo engaña, lo insulta, en fin, todo lo malo que podamos imaginar. Es allí donde podemos notar la poderosísima influencia que una mujer puede tener en un hombre. Ahora veamos lo que Dios dice: Ojalá mis hijos fueran tan astutos como los hijos de las tinieblas. Lo que sucede es que «una mujer buena» debería desarrollar esa astucia para tomar el control cuando ha notado que es necesario que prevalezcan sus ideas y conocimientos para lograr que, lo bueno que ella entiende y desea para su familia: SE HAGA. En Proverbios 31 se detalla todo lo que «la mujer que teme a Jehová» es capaz de hacer: tiene negocios, tiene el control, ve por el futuro y protección de sus hijos, hace ejercicio (ciñe de fuerza sus lomos). Entonces, la mujer que teme a Jehová, esa será alabada. Porque tiene el control pero no para destrucción, ni simplemente para hacer valer sus gustos.

Dios sabe que, todo lo que le falta al hombre lo puede suplir la mujer: inteligencia, entusiasmo, astucia, delicadeza, vida.

Dios es bueno con la mujer, Dios le ama y le ha dado condiciones que le permitirán desarrollarse tanto como ella se esfuerce, no es fácil, no es así por así que una mujer se hace más inteligente y astuta, es el resultado de su preocupación por lograr un matrimonio feliz, una familia próspera y, principalmente, para agradar a su buen Dios.

Que Dios bendiga a ese ser que para ser fuerte se muestra frágil, a ese ser que para tomar el control se debe sujetar, a ese ser que para mandar obedece, que para ser feliz debe procurar la felicidad de otros: Que Dios bendiga a la maravillosa MUJER.

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